martes, 19 de enero de 2010

Almafuerte

Buen dia, queria compartir con ustedes un fragmento de mi ensayo“El caso Wanda o el sueño del café que barre los nutrientes”.

Aqui va. Que lo disfruten.


Almafuerte

Encandilamiento total en un colectivo de la línea 60. Unos pocos rasgueos de guitarra fueron suficientes para que Wanda quedara fascinada con M., el sujeto que interpretaba un breve repertorio de Pappo y pedía colaboración a los pasajeros. Wanda y M. descendieron juntos del colectivo y fueron al kiosko más cercano a por unas cervezas. Cada uno contó la historia de su vida. El era divorciado y tenía un hijo al que la madre dejaba ver pocas veces “por el bien de la criatura y por el bien de todos”. Wanda pensó “no es un buen partido” pero minutos después logró suavizar tamaña afirmación con un pensamiento compensatorio del tipo “todo el mundo tiene su pasado” o bien “la gente cambia”. Una nueva historia de amor nacía, bajo ese cielo repleto de estrellas y con olor a cerveza en los labios.


Wanda se entregó por entero a este nuevo amor, tanto que dejó de ver a sus pocas amigas e incluso abandonó sus actividades artísticas. Es que el amor monopoliza las energías. Días después, M. se instaló en la casa de Wanda. Vivían felices: Almafuerte, sexo y amor. Wanda aprendía junto a M. una nueva filosofía de vida, trabajada por las canciones del grupo y que, según ella, eran muy logradas.

M. era una persona muy posesiva y celosa, pero para Wanda tales características constituían un halago. "¿A qué hora volvés?", "¿con quién estuviste?" "¿seguro que con una amiga?", eran el tipo de frases preferidas de M. Pero Wanda estaba ciega. Ciega de amor. A tal punto estaba ciega que no podía reparar en el hecho de que el sujeto en cuestión se pasaba el día entero encerrado en SU casa, disco de Almafuerte tras disco de Almafuerte, cervecita tras cervecita y, va de suyo, descuidando sus audaces interpretaciones de Pappo en la línea 60 y, por ende, no trayendo al hogar el pan de cada día. El amor todo lo perdona. Pero hasta cierto punto.

Llegó el día en que Wanda, como iluminada por una divinidad suprema, pudo alcanzar una claridad mental casi cartesiana a través del don de la palabra, esto es, narrando. Narrando sin parar a una amiga todas sus impresiones, reclamos y vivencias junto a M. Irreconocible aún para sí misma, Wanda se encontró diciendo: “De repente, me empezó a llamar la atención que como desayuno, en lugar de café tomara cerveza” o bien “¿A vos te parece que la ex mujer lo llame a casa para reclamarle los alimentos del hijo? ¡Es un atrevido!” Y, por último, la revelación total, irreversible: “Se tomó la plata de mi tintura, se tomó la plata de mis cigarrillos, se tomó la plata de mi depilación”. Estas palabras fueron el puntapié inicial para la rotunda separación.

Wanda, muy audaz y con una capacidad de performance realmente envidiable, engatusó a M. para que le entregara su juego de llaves, subió al departamento y no lo dejó entrar nunca más. El sujeto, completamente anonadado, tocó el timbre durante horas, violentándose psicóticamente en la puerta del edificio e incluso llegando a romper los vidrios de ésta. Los vecinos salían a sus balcones para observar el episodio y, paralelamente, llamaban a la policía. Wanda, intransigente y decidida, arrojaba las pocas pertenencias de M. por el balcón del primer piso, como quien arroja puñaditos de arroz a los recién casados.



lunes, 18 de enero de 2010

Tengo que confesar una debilidad

Si, se supone que este espacio no es para hablar de mis vivencias. Mucho menos de mi vida personal. No tengo intenciones de modificar estos puntos. Sin embargo, tengo que confesar una debilidad: me faltaba la autocombustion necesaria para escribir todos los dias porque sentia que nadie me leia.
Podria haberme dicho a mi misma: "pero que importa?!". Pero no. No es asi.
Escribir es siempre para los demas. Es un acto de generosidad muy grande.
Se que suena cursi. Pero no tiene mucha importancia lo que piense al respecto porque estoy convencida de lo que dije anteriormente.

Gracias Juan, gracias Dr Castagna, por estar del otro lado, arengandome.
Prometo escribir regularmente.
Cordialmente, Chiquita